Amogasiddhi: éxito sin obstáculos

La fuerza total de dos relámpagos diamantinos. El Buda del cuadrante norte es Amogasiddhi. Su nombre significa “éxito sin obstáculos”. Con frecuencia, se le representa moviéndose con rapidez a través del espacio. Sus atributos y emblemas hablan de fuerza y energía, mas su actividad es sutil y oculta. Aparece en la vasta expansión del cielo azul de la media noche. En la mano izquierda tiene un doble vajra; dos rayos diamantinos cruzados. El vajra simboliza un poder impresionante. Puede atravesar cualquier cosa y permanecer sereno. Nada en el mundo puede resistir su impacto. El doble vajra tiene todas estas cualidades reforzadas. Es un símbolo de completa integración psíquica, del despliegue de todo el potencial, de perfecta armonía y equilibrio, lo cual sólo se puede encontrar después de adentrarse en lo más profundo de la existencia. Es el perfecto plano de construcción.

El vajra doble no sólo es el esquema de proyección para una conciencia humana sino también, según la cosmología budista de la India, el soporte sobre el cual se apoya el universo. En sus profundidades en común, el individuo y el universo se insertan mutuamente. Entenderse a sí mismo en su naturaleza más recóndita es comprender la naturaleza del universo. En el doble vajra se funden todos los opuestos. Con esta intersección y con la unión de los opuestos se da un equilibrio psíquico completo y una integración total.

El Buda verde transmite absoluta confianza
Unas extrañas criaturas aladas llevan por el espacio a Amogasiddhi. Son unos garudas, míticas aves de la realeza, mitad hombre y mitad pájaro. El Lama Govinda dice que “Amogasiddhi es el señor de la gran transformación y su vehículo es el hombre con alas, el hombre que se halla en transición hacia una nueva dimensión de la conciencia”. Esa fusión de opuestos confiere a Amogasiddhi su cualidad misteriosa. Se le relaciona en especial con la energía y la acción, aunque con la sensación de que no hay una voluntad que esté actuando. La mano derecha de Amogasiddhi está volteada hacia fuera, a la altura del corazón, con los dedos hacia el cielo. Es el mudra abaya, signo de intrepidez y confianza. La pura presencia de Amogasiddhi disipa el miedo. Su cuerpo es verde, del color de la paz de la naturaleza. El verde es sedante y calma la ansiedad.

La serena intrepidez que vence a la osadía
Hay interesantes ejemplos de intrepidez en la vida de Shakyamuni, donde se le ve lidiando sin temor con los problemas que se le presentaban cuando procuraba ayudar a otras personas. Una de esas anécdotas cuenta su encuentro con Angulimala, un forajido que se había propuesto completar un collar en el que las cuentas serían los dedos de cien personas diferentes. Era un hombre atroz y tenía aterrorizado a todo el lugar. Nadie podía contra él. Cuando el Buda se acercó a la zona donde merodeaba Angulimala los aldeanos le advirtieron seriamente que no caminara por ahí. Sin embargo, él tomó una ruta que lo llevaría a donde se encontraba el asesino. En su momento, Angulimala vio la silueta del monje que caminaba tranquilamente y se lanzó tras él Buda. No obstante, aunque era fuerte y estaba corriendo a todo lo que daba no lo podía alcanzar. Por fin, agotado y confundido, el criminal le gritó, “¡Detente, monje!” y la serena respuesta del Buda fue “yo ya me detuve, Angulimala”. La mente del Buda se había detenido, ya no ansiaba nada, ya no odiaba, ya no caía en la ignorancia y había llegado a un lugar en el cual Angulimala no podría alcanzarlo con su espada. Éste quedó tan impresionado que se convirtió en discípulo del Buda en ese mismo instante.

Confianza invencible, producto de la visión clara
Este hecho contiene muchos ecos del simbolismo de Amogasiddhi: la intrepidez del Buda; su estilo activo al ir en busca de Angulimala; el misterio y la paradoja de cómo un iluminado, caminando en paz, se mantiene siempre a buena distancia del veloz asesino. Amogasiddhi nos puede enseñar a alcanzar la verdadera intrepidez. En esencia, es algo que sólo puede surgir después de comprender profundamente la realidad, hasta llegar a un punto en el que nos damos cuenta de lo ilusorio del ego al que estamos protegiendo. En especial, desaparece el temor de morir, ese miedo primordial del cual todos los demás son sólo un reflejo. La intrepidez y la confianza vienen de un desarrollo completo y equilibrado de todos los aspectos que nos conforman. Sin ello, siempre tendremos un lado débil que trataremos de proteger. Seguirá habiendo un aspecto sin explorar, el cual se proyectará en el mundo exterior, en forma de personas y situaciones impredecibles y amenazadoras.

Energía sabia que fluye sin dudas ni obstáculos
Seguir el Dharma implica el desarrollo de todos los aspectos de nuestro carácter y de todas las cualidades espirituales. No es un camino sencillo pero, si aceptamos el reto, entonces todo el tiempo que dediquemos a trabajar en la superación de nuestros miedos la serena figura verde oscuro de Amogasiddhi estará a nuestro lado, haciendo la señal de la intrepidez y confiriéndonos su valor y confianza para seguir el camino hasta el final. Amogasiddhi es el Buda de la acción. Es energía completamente liberada, capaz de moverse en cualquier dirección o en todas las direcciones al mismo tiempo. Se le relaciona con el elemento aire. La actividad de Amogasiddhi es espontánea y altruista. Él sale al mundo como una expresión del corazón compasivo de todos los Budas. Representa los “medios hábiles” (upaya kusala), con los cuales los seres iluminados atraen a las personas hacia el Dharma. Amogasiddhi no tiene que detenerse a resolver cuál será el mejor curso de acción o a quién deberá ayudar a continuación. Sus acciones fluyen sin premeditar y surgen de manera natural, de su conciencia panorámica sobre las situaciones. Se dice por eso que la suya es la sabiduría que todo lo logra.

El antídoto contra la envidia y la ansiedad de ganar poder

El veneno espiritual que él transmuta en esa sabiduría es la envidia, el más estéril e infructuoso de los sentimientos. De manera precisa, la envidia se las arregla para unir la avidez con el odio o el resentimiento. La envidia quiere tener éxito pero pone los ojos en el mundo exterior y en los logros de los demás. Amogasiddhi nos enseña a mirar en nuestro interior para poner en marcha nuestros propios recursos. Si vemos muy dentro de nosotros observaremos la ilusoria naturaleza del yo y los demás, de modo que la envidia se convertirá en ecuanimidad. Amogasiddhi preside sobre el reino de los titanes o asuras, seres poderosos y celosos que siempre están compitiendo con los dioses. Son como los políticos de carrera que vemos en nuestro mundo o como los jóvenes ejecutivos, dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguir el puesto del director. Los asuras desprecian la debilidad. Lo único que les inspira respeto es el poder, el dinero y el éxito. No tiene caso echarles un sermón acerca de la gentileza y la humildad. Imaginarán que eres un debilucho tratando de engatusarlos para que renuncien a su superioridad. Lo más seguro es que ni siquiera se detengan a considerar tus argumentos, no sea que por estarte escuchando vengan sus rivales y se les adelanten en el camino.

La sabiduría trascendental que conquista a quienes se creen poderosos
Para conducir a los asuras al Dharma necesitas hacerles ver que posees algo que ellos no tienen. Sólo si consigues igualar su energía y su inventiva lograras que te escuchen. Angulimala sólo escuchó al Buda cuando éste le demostró que tenía poderes que superaban a los suyos. Para tratar con los asuras, Amogasiddhi cuenta con la energía completa de la acción total. Los asuras rinden culto al éxito y el de Amogasiddhi es infalible y libre de obstáculos. Intrépido, desarrollado armónicamente y sin ninguna debilidad que los asuras puedan explotar, no hay manera de derrotarlo. Es alguien al que ellos están preparados para escuchar, un ideal que ellos pueden reconocer. El Buda verde oscuro es una figura que hasta el celoso y suspicaz corazón de un titán puede aprender a amar.

Fuente: Vessantara, Mandala of the Five Buddhas, Windhorse Publications, Traducción y edición de Oscar Franco.

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