Los problemas del mundo actual desde el punto de vista budista

Comunes y trillados diagnósticos y prescripciones
En 1943 me enviaron a la India como operador de señales y, después de la guerra, permanecí ahí y me quedé otros 20 años en el Oriente, de los cuales 17 viví como monje budista. Durante ese tiempo tuve la oportunidad (y podría decir que la obligación) de asistir a numerosas reuniones públicas. Quizá sea justo decir que los indios tienen una positiva debilidad por las reuniones públicas. Con mucha frecuencia las realizan al aire libre, en la noche, bajo el resplandor de los arcos galvánicos y parecen durar para siempre. De hecho, mientras más grandes sean y más duren mejor les parecen. Para que se considere que una reunión ha sido un éxito tiene que distinguirse por una larga sucesión de oradores y que cada uno de ellos hable durante una hora por lo menos.

En la India la gente puede ser muy generosa con su tiempo (y cabe señalar que también con el tiempo de los demás), así que me acostumbré a escuchar montones de discursos. Algunos de los temas y hasta del modo en que se abordaban llegaron a resultarme de lo más familiar. Por ejemplo, me habitué a la idea de que en algún momento, durante una tarde de conferencias sobre tópicos budistas, habría una razonable expectación por escuchar una charla acerca del budismo y la paz en el mundo. Era un tema que tenía que brotar con regularidad y no importaba quién lo diera, prácticamente era siempre la misma charla.

Primero que nada te daban una descripción gráfica del terrible trance por el que atravesaba la humanidad en el mundo moderno y se apuntaba hacia los típicos sospechosos. Te recordaban que predominaban las inundaciones, los incendios, la peste y la guerra. Luego te llevaban por las diversas e incontrovertibles señales de que se aproximaba un colapso universal sin precedentes de valores morales y espirituales, poniendo especial atención a la conducta y las actitudes de los jóvenes de hoy. Entonces, cuando ya te habían convencido de resignarte a un panorama totalmente sombrío que culminaría con un holocausto nuclear sin solución a la vista, salía a relucir el budismo como la gran salvación. Te decían que el budismo enseña la no-violencia, la paz, el amor y la compasión. Si todos en el mundo siguieran las enseñanzas del Buda habría paz mundial y todos los problemas se resolverían de manera automática. Fin de la conferencia. Irrumpían los aplausos espontáneos, el orador se sentaba, radiante de satisfacción. Los aplausos duraban un buen rato, provenientes de un público que se sentía feliz porque había una esperanza después de todo. Y claro, el mundo continuaba como antes.

El problema de lo abstracto de la solución
El problema cuando analizamos así nuestra situación no es que no sea verdad. Si todos en el mundo meditaran cada día e intentaran desarrollar amabilidad, amor, compasión y alegría y trabajaran con los preceptos y siguieran el noble sendero óctuple, entonces no sólo tendríamos paz, tendríamos el cielo en la tierra. No, el problema con este hilo de pensamiento es que se trata de una simplificación exagerada del problema y de la solución. En un nivel abstracto es bello pero es ahí donde se queda, en lo abstracto.

El Budismo no es la única solución
Otra gran dificultad cuando se habla del budismo y la paz mundial es que los budistas no son las únicas personas que tienen valores que sustentarían la paz global. Si todos en el planeta siguieran las enseñanzas del jainismo o el taoísmo o de ciertas formas del hinduismo también obtendríamos esa paz mundial, sin necesidad de mencionar al budismo. De hecho, no hace falta hablar de religiones en absoluto puesto que ninguna de ellas posee el monopolio de los valores pacifistas. Si todos siguieran las enseñanzas de Platón o incluso las de Bertrand Russell ganaríamos una paz mundial enseguida. De manera que si no vamos a ofrecer sencillamente el budismo como la panacea universal para los males que aquejan al mundo, ¿para qué sí ofrecemos el budismo?

Sólo se puede hablar de un punto de vista budista

No se puede hablar del punto de vista budista sobre los problemas mundiales porque no hay una línea oficial partidaria del budismo sobre éste y otros temas. Lo único que tenemos es una perspectiva budista de los problemas mundiales. Es posible hablar de los problemas del mundo sólo desde la situación de un individuo y, como punto de partida desde donde observa un budista, su validez se puede medir únicamente según la profundidad con la que las enseñanzas budistas hayan influido en esa persona.

Hablando como budista

Sin embargo, no deja de persistir la pregunta sobre lo que podría tener que decir un budista de manera relevante acerca de los problemas mundiales. Todo lo que puedo mencionar es que la labor en la que he participado como budista ha surgido, en cierta medida, de la visión que tengo de los problemas del mundo actual. Para mí este tema no tiene interés académico ni colateral. Cuando lo abordo, lo que pretendo hacer de algún modo es aclarar la razón de ser de mi propia existencia como budista práctico. Es decir, como budista no sólo en mi fuero interno, en mi fe y mi convicción, sino también en lo que concierne a mis actividades en un plano externo. La forma en que veo los problemas actuales del planeta constituye una especie de autobiografía filosófica y hasta una confesión de fe. Espero que mostrará el sitio en que me hallo y, quizá, en cierto grado, por qué me hallo ahí.

Los problemas del mundo
Lo más probable es que cada uno de nosotros pueda escribir su propia lista de lo que considera que son los problemas del mundo y no sería tan necesario que nos estén recordando cuáles son. La mayoría de ellos nos han acompañado desde el principio de nuestra historia y los noticiarios nos mantienen enterados de los sucesos más recientes. Lo que tienen de nuevo los problemas actuales es que oímos hablar de ellos. Son globales por su carácter. Son problemas a escala mundial. En verdad que parece como si viviéramos en una aldea global y aunque no dejan de ser del conocimiento común y hasta resultan una verdad incontestable, quizá no nos lleguen tan hondo y tan decisivamente en la conciencia como debería suceder.

Los problemas del mundo ya son los problemas de todos
El resultado de la “globalización” es que todos los problemas del mundo nos afectan a todos de alguna manera, directa o indirecta, de un modo potencial o real. No hace mucho, la gran mayoría de las personas no sabían absolutamente nada acerca de los problemas que aquejaban a quienes vivían a unos pueblos de distancia, ya no digamos a quienes vivían al otro lado del mundo. Las grandes catástrofes apenas si afectaban a los que no estaban implicados de manera directa e inmediata. Incluso en un país asolado por años de guerras terribles había campesinos dentro de sus fronteras que vivían sin enterarse del conflicto. Ya no pasa eso. Los problemas del mundo están en la punta de nuestros dedos. El verdadero reto para nosotros es cómo responder a ellos de un modo personal. ¿Cómo nos aseguramos de que cada ciudadano en el planeta crezca de una forma sana física y mentalmente?

Algunos problemas que podríamos mirar
¿Qué se puede hacer con la incidencia de enfermedades mentales que al parecer va en aumento en Occidente? ¿Qué papel desempeñan las mujeres y los hombres en la sociedad moderna? ¿Qué puede hacer la gente que tiene un empleo para no enfermarse por el exceso de trabajo? ¿Los que no tienen trabajo cómo pueden aprovechar mejor su forzada situación libre? ¿Cómo garantizamos que no se discrimine a las personas ni se les denigre por causa de su origen racial? ¿Cómo conciliamos los intereses en conflicto de las naciones soberanas? ¿Cómo podemos llevarnos bien todos?

….nuevos estallidos de hostilidad entre facciones rivales en lo que alguna vez fuera una colonia europea, escasez de alimentos y desasosiego en algún estado que antes era comunista, carencias y crímenes en el interior de las ciudades, colapso del sistema de libre mercado y crisis financiera que le sigue, farmacodependencia y alcoholismo, explotación infantil, violencia racial, contaminación industrial, accidentes nucleares, terremotos, enfermedades, sequías, hambre, muertes por inanición, “limpiezas étnicas”, pederastia sacerdotal, manipulación empresarial de las políticas del estado y la democracia.

Cada uno se enfoca en su problema mundial favorito
Tales son algunos de los problemas y las crisis que nos confrontan o, al menos, nos llaman la atención una y otra vez y que continuamente nos los proyectan en la televisión o nos los analizan en los periódicos. Sin duda que hay muchos más, tan apremiantes como los anteriores y que de algún modo he omitido. Todos tenemos nuestros problemas mundiales favoritos, los cuales nos parecen más cruciales, pero el problema principal para cada uno de nosotros es cómo reaccionar, de manera individual, ante cualquiera de los que percibimos como problemas mundiales.

Primeras reacciones: furia e indignación
A veces nuestra primera reacción será muy firme. Es posible que durante un rato nos dejemos llevar por nuestra indignación. Estamos furiosos, es algo que nunca debería haber pasado, debe hacerse algo al respecto, los responsables (si es que se puede identificar a los causantes) deben ser llevados ante la justicia, etc. Puede ser que nos encontremos ansiosos si el problema parece con posibilidades de llegar a afectarnos de forma directa en algún momento.

Segunda reacción: desesperanza
Sin embargo, al final, cuando la reacción inicial se vaya agotando, una reacción distinta se posesionará de nosotros, la desesperanza. El problema es demasiado grande, implica demasiado y no hay mucho que podamos hacer. Entonces tratamos de olvidarnos del asunto y ocuparnos de nuestra propia vida, donde ya hay suficientes problemas personales. Nos apena que otros estén sufriendo pero al menos podemos tratar de disfrutar nuestra existencia. Sospecho que es así como muchas personas reaccionan ante los problemas mundiales.

Sin embargo, talvez, esta actitud de retirarse de las preocupaciones públicas para enfocarse en las más personales no es digna de un ser humano, al menos no de alguien que está intentando ser un ser humano en el más completo sentido del término. Representa una abdicación de la responsabilidad. De manera que como uno carece de toda esperanza de poder llevar a cabo cualquier tipo de solución para esos grandes asuntos y puesto que tampoco es posible hacerlos a un lado e ignorarlos, entonces

¿Qué es lo que hay que hacer?
Los problemas del mundo, por su propia naturaleza, son esencialmente problemas grupales y siempre lo han sido. Lo que es novedad es el tamaño de los grupos involucrados y el poder de destrucción con el que cuentan. No obstante, independientemente de su tamaño, los problemas que surgen de esos grupos no se pueden resolver en un nivel grupal. Lo más que se puede lograr en un nivel grupal es un equilibrio precario del poder que hay entre los intereses en conflicto. Y el equilibrio, como es bien sabido, se puede romper en cualquier momento.

Las soluciones más profundas son a largo plazo
Por lo tanto, necesariamente, la única esperanza que le queda a la humanidad es una solución a largo plazo, que implique a más personas que vayan teniendo clara la necesidad de desarrollarse como individuos y cooperar en el contexto de las comunidades espirituales, para causar, de diversas maneras, un impacto en el mundo o en “el grupo”. En mi opinión, las alternativas ante nosotros son entre una «evolución» (y me refiero a la evolución no biológica sino del individuo) o la extinción. Hasta ahí mi diagnóstico general de la situación que enfrentamos.

Cuatro cursos de acción que puede emprender un individuo.

Ahora bien, para efectos prácticos en busca de un remedio yo recetaría cuatro cursos de acción que puede emprender un individuo.

1. Autodesarrollo
Nos referimos en esencia al desarrollo de la mente, elevando la conciencia a niveles cada vez más altos. El desarrollo humano consiste básicamente en esto y, para la mayoría de la gente, el camino para conseguir algo así pasa por la meditación. En sus fundamentos, la práctica de la meditación implica tres cosas. Primero concentración, la integración de todas nuestras energías, conscientes e inconscientes. En segundo lugar implica llevar la conciencia a estados por encima de lo personal, abandonando el plano del ego para alcanzar dimensiones superiores, más amplias e, incluso, cósmicas. En tercer lugar implica la contemplación, la percepción directa de la mente sin trabas, la mente en un estado de conciencia más elevada, atisbando en las profundidades primordiales de la existencia, donde uno se topa de frente con la realidad. La meditación tiene que ver con conseguir todo esto. Hay muchos métodos diferentes, sólo hace falta encontrar un maestro que nos enseñe uno o dos de ellos. Después hay que practicar esa enseñanza con regularidad. Eso es todo, en realidad.

El aspecto más exigente del autodesarrollo consiste en lo que uno hace con el resto de su vida para apoyar su práctica de meditación. Hay que cuidar la salud, simplificar nuestra vida tanto como sea posible, abandonando las actividades, intereses y contactos sociales que evidentemente son un desperdicio de tiempo. Hay que tratar de que nuestra vida y, en especial, nuestro modo de ganarnos la vida tengan como base unos principios éticos. Hay que dedicar un rato al estudio, quizá trabajando sólo medio tiempo. Por supuesto que nos referimos al estudio del Dharma, aunque también al estudio de otras materias de interés humano en general, como la filosofía, la historia, las ciencias y la religión comparada. Por último, hay que buscar la oportunidad para refinar y desarrollar nuestras emociones, particularmente por medio de las bellas artes.

Lo primero será siempre el autodesarrollo. Independientemente de lo activo que se encuentre uno en cualquier área externa, ya sea en la política, la social, la educativa o la que fuere, si uno no está tratando de desarrollarse no podrá contribuir en verdad de manera positiva con nada ni con nadie.

2. Unirse a una comunidad
No implica esto necesariamente que uno se inscriba a alguna especie de entidad organizada ni que viva bajo el mismo techo con otras personas que aspiren a ser individuos. Lo que significa, sencillamente, es estar en contacto personal, regular y sustancial con otros seres que también procuren desarrollar su individualidad. Significa poder disfrutar y obtener no sólo el afecto psicológico del grupo sino también el reto de una auténtica comunicación y un intercambio espiritual genuino.

3. Desprenderse del respaldo de los grupos o entidades que más bien desaniman de un modo directo o indirecto el desarrollo del individuo
La fuerza de los grupos se debe a sus miembros, así que un primer paso básico para debilitar el poder de un grupo es dejar de ser uno de los miembros que lo sustentan. De otra manera uno está jalando en dos sentidos opuestos, por una parte intenta ser un individuo y por la otra presta su apoyo a esas mismas fuerzas que obstaculizan su proceso. Si uno quisiera llevar este principio hasta su conclusión esencial dejaría de apoyar al Estado, que es el grupo primordial de los grupos, aunque es evidente que estamos hablando de algo sumamente difícil, si bien sería lo más deseable.

4. Estimular el desarrollo de la individualidad dentro de todos los grupos a los que uno inevitablemente pertenece
Puede darse el caso de que uno no consiga evitar tener un círculo de amigos o conocidos, ya sea en casa o en el trabajo, constituido por personas que no tienen interés por ningún tipo de autodesarrollo. Quizás uno tenga que seguir siendo nominalmente miembro de algún grupo. No obstante, es posible afirmarse en lo que uno cree y expresarlo cada vez que parezca adecuado hacerlo. Cabe siempre la posibilidad de actuar de acuerdo con los propios ideales, aún cuando los demás no puedan o no parezcan capaces de entender lo que uno está haciendo. La mejor manera de desmantelar un grupo es simplemente animar a las personas que lo forman a que piensen por sí mismas y que desarrollen una mente propia. De modo que dentro del contexto de un grupo todavía es posible actuar para socavarlo. Incluso en el terreno enemigo, por decirlo así, es necesario que uno no abandone su individualidad.

Las comunidades espirituales han tenido un impacto crucial en el pasado
Tenemos así cuatro estrategias a seguir para empezar a causar un impacto significativo en los problemas mundiales. Una red de comunidades espirituales de todo tipo, y de las cuales muchos de sus miembros estarían en contacto, podría ejercer un grado importante de influencia así como también podría (y dejémoslo en eso, una posibilidad) hacer que cambie el centro de gravedad de los asuntos del planeta. Las comunidades espirituales han tenido un impacto crucial en el pasado y, si tienen la suficiente vitalidad, es posible que lo vuelvan a tener.

No importa qué tan bajo sea el nivel en el que estemos operando
Ni que tan irrelevante sea la labor en la que nos desempeñemos, el verdadero individuo no es tanto el rey de la jungla sino el infatigable gusano. Si una cantidad suficiente de gusanos escarban su madriguera bajo los cimientos del edificio más sustancial que pueda haber, el suelo comenzará a aflojarse, a desgajarse, los cimientos cederán y quizás el edificio se agriete y se colapse. Del mismo modo, por muy poderoso que parezca el orden prevaleciente no será invulnerable a la influencia quebrantadora de una cantidad suficiente de individuos que colaboren directa o indirectamente.

Los grandes cambios sociales comenzaron de forma pequeña
Una comunidad espiritual necesariamente será pequeña. Así que lo mejor que podemos esperar es que haya muchas comunidades espirituales, que conformen una especie de red a través del contacto personal que establezcan sus miembros. Es de esa forma como se ejerce una influencia silenciosa e invisible, la cual, con suerte, podrá en algún momento alterar el centro de gravedad de los asuntos mundiales, haciendo que éstos pasen del conflicto entre grupos a la cooperación entre comunidades. Si se lograra esto y la influencia de la comunidad espiritual superara a la del grupo, entonces la humanidad en su conjunto estaría entrando en un nuevo estadio de desarrollo, más avanzado, una especie de evolución superior, como me gusta llamarla y que podríamos describir incluso como el quinto período en la historia de la humanidad.

Un cambio así en los valores que gobiernan al mundo es, probablemente, lo que podría salvarnos de la extinción de nuestra especie en un futuro no muy lejano. Es cierto que hay algunos signos esperanzadores (comunidad de solidaridad en contra de las guerras, la comunidad ecológica a nivel mundial, la de protección a los derechos de minorías, animales, discapacidados, etc.) al mismo tiempo es también posible que nos quede muy poco tiempo.

Cada uno debemos asumir nuestra posición de responsabilidad como seres morales y pensantes
En tal situación cada ser humano pensante adquiere el deber de asumir su posición y las responsabilidades que ella conlleva. Tenemos que captar que, sin excepción, éste es el asunto más importante que habremos de enfrentar jamás, ya sea de un modo individual o colectivo. Lo cierto es que se trata de algo más relevante que cualquier planteamiento meramente religioso que ataña al budismo como una religión formal o establecida. Es algo que concierne al propósito y a la supervivencia misma de la vida humana.

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